CORTE Y CONFECCIÓN EN LA ESTRELLAEllas mismas se las hicieron. Las túnicas que vistieron María José, Inmaculada y María Teresa aquel Domingo de Ramos de 2003, día en el que la cofradía de la Estrella estrenaba nazarenas, salieron de las propias manos de estas costureras de la hermandad. La lluvia no les dejó cumplir ese sueño que ellas mismas habían promovido - acudieron incluso a Palacio a proponer la reforma de las Reglas que les permitiera hacer lo propio - aquella Semana Santa, de modo que tuvieron que esperar al año siguiente. “Aquel 23 de febrero, día del cabildo extraordinario en el que se aprobó la salida de nazarenas, fue el día más emocionante que he vivido en la hermandad”, recuerda María Teresa, “más incluso que el Domingo de Ramos”. Añade Inmaculada que no movilizaron a nadie, que el resultado fue completamente espontáneo.
Tanto ellas como Rufina han confeccionado las túnicas, capas y antifaces de todos los miembros de sus familias. A Rufi, como la conocen todos, siempre le había gustado la Estrella porque sus padres la llevaban a verla al Altozano, pero por circunstancias laborales tuvo que irse a vivir a Huelva. Allí ha permanecido 18 años, tiempo en el que decidió hacerse hermana junto a su marido, Ángel Cornejo, actual fiscal, y su hijo Sergio, prioste. Cada Domingo de Ramos regresaban a Sevilla para hacer la estación de penitencia. “Recuerdo hacer las túnicas en Huelva”, cuenta, “así tenía un trozo de la hermandad allí conmigo”. Ahora residen aquí.
Estas cuatro mujeres, al igual que Rosa o Pepita, entre otras, son compañeras de aguja y dedal desde hace más de diez años. Cuando acuden al taller, en Cuaresma casi todos los días, quedan antes para tomar café y hablar de sus cosas como buenas amigas que son. Entre sus anécdotas preferidas, evocan con especial nostalgia los meses previos a la coronación canónica de la Virgen. Y es tuvieron que trabajar a destajo pero con mucha ilusión para que todo luciera en su punto. Fue en aquella época cuando hicieron las valiosas dalmáticas de terciopelo con bordados de Fernández y Enríquez que los acólitos visten cada Domingo de Ramos. Para evitar su deterioro en los cultos, hace dos años confeccionaron nuevas dalmáticas y ropones de los pertigueros con materiales de inferior calidad. También una sotana morada para el acólito que portara la nueva cruz alzada. Y es que a las costureras de la Estrella les encanta controlar al detalle el empaque de los acólitos de su cofradía, y a ellos que lo hagan, de modo que cada año citan a la cuadrilla de jóvenes que acompañan a ambos pasos en la estación de penitencia en los días previos a la Semana Santa para tomarle medidas y personalizar con ellas sus albas, las cuales etiquetan con sus nombres para que luzcan así sus mejores galas el Domingo de Ramos ante las imágenes de su devoción.
La túnica que yace sobre el monte de claveles rojos tras el Señor de las Penas en el paso o la capa del romano que aparece en la escena representada son también obras suyas. “Tuvimos que hacerle hasta unos calzoncillos al romano para que no se le viera nada del interior de su falda”, confiesa María Teresa. Quién sabe si el viento pudiera jugarle una mala pasada. Ahora se encuentran inmersas en la elaboración de varios canastos de mimbre y una casulla para el predicador del quinario, que tendrá lugar en la parroquia de Santa Ana durante esta semana.
Pero no sólo de hilos viven estas mujeres. A lo largo del año colaboran en todas aquellas áreas de la hermandad que requieran su ayuda. Tal es el caso de Inmaculada: además de coser, a ella le gusta especialmente la priostía. Comenzó a participar en este tipo de labores de la mano del actual teniente de hermano mayor, Manuel González, conocido en toda la hermandad como Melli, por entonces prioste, y hasta la fecha sigue ayudando en los montajes de los altares en la medida de sus posibilidades.
Otra de las actividades estelares que preparan estas comprometidas mujeres es la tómbola benéfica de Navidad. La última edición tuvo lugar durante el fin de semana previo a la Nochebuena, si bien comenzaron a trabajar en ella con dos meses de antelación consiguiendo donaciones, así como clasificando y etiquetando regalos. Tanto esfuerzo fue recompensado por la gran acogida que obtuvo la rifa, cuyos beneficios fueron destinados a los más necesitados. Todo un éxito.
La experiencia, por tanto, de unas costureras que han aprendido el oficio para arrimar el hombro en su hermandad, y los grandes lazos de amistad que han estrechado con el tiempo entre puntada y puntada, garantiza a la Estrella años y años de manos privilegiadas.
